Ahora llegamos a la primera acción de lo que hacemos en nuestra misión: Compartimos con alegría el
Evangelio de Jesús. El evangelio, o “buenas nuevas” de Jesús es primero esta proclamación, o “kerygma”:
1. Dios nos creó por amor a la relación con Él;
2. Pecamos y rompimos la relación que estábamos destinados a tener.
3. Jesús (que es Dios y hombre) vino a sanar esa relación, sacrificando su vida, resucitando y dándonos la Iglesia;
4. Tenemos la oportunidad de responder, eligiendo que Jesús sea nuestro Señor y Salvador.
¡Esta noticia es tan buena que estamos ansiosos por compartirla con alegría! Cuando compartimos con alegría, producimos un mensaje inherente de esperanza, extendemos nuestra fe y nuestro amor a los demás. Jesús nos dejó muchos ejemplos mientras estábamos aquí en la tierra; liderazgo de servidor, hablando en lenguaje común a través de la narración de historias (parábolas), poniendo lo más pequeño de la sociedad en primer lugar, y restableciendo nuestra identidad como hijos e hijas del Padre.
Esta proclamación invita a cada persona a tener un encuentro personal con Jesús, quien murió para salvarnos a todos de nuestros pecados. Compartir el Evangelio y guiar a alguien a Cristo es un privilegio maravilloso, así como una obligación, que cada uno de nosotros hacemos con los dones que Dios nos ha dado.
Nuestra misión de compartir el evangelio no termina ahí. Una vez que esta buena noticia es aceptada, entonces necesita ser nutrida y profundizada a través de la catequesis, o instrucción. Estamos llamados a caminar con cada persona en su camino de fe, proporcionando apoyo mutuo, aliento y formación a medida que crecemos como Discípulos de Cristo.

“La alegría del Evangelio es para todos: Nadie puede ser excluido”. 
Papa Francisco, Evangelii Gaudium